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Debemos criar a nuestros hijos en el conocimiento de Dios.

 

Un medio efectivo: empleando la práctica del culto familiar diario. Salmo 127:3 “He aquí, heredad de Jehová son los hijos: Cosa de estima el fruto del vientre”.

 

Somos responsables delante de Dios de la crianza que le hemos dado a nuestros hijos. Él no nos llamó a ser “populares” con nuestros hijos, sino a criarlos en su santo temor. La obediencia no es algo opcional, sino una exigencia.

El deber de todo padre:

La disciplina es esencial

La disciplina y la instrucción son parte integral de la paternidad. Proverbios 13:24 dice, “El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo corrige.” Los niños que crecen en hogares indisciplinados se sienten rechazados y sin valor. Les falta dirección y auto-control, y mientras crecen se rebelan y tienen poco o ningún respeto por cualquier clase de autoridad, incluyendo la de Dios. “Castiga a tu hijo en tanto que hay esperanza; mas no se apresure tu alma para destruirlo.” (Proverbios 19:18)

 

Al mismo tiempo, la disciplina debe estar balanceada con el amor, o los hijos pueden crecer resentidos, desanimados y rebeldes (Colosenses 3:21). Dios reconoce que la disciplina es dolorosa cuando se ejecuta (Hebreos 12:11), pero si es seguida por una instrucción amorosa, es en gran manera benéfica para el niño. “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino creadlos en disciplina y amonestación del Señor.” (Efesios 6:4

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